Hola a todos y todas. A continuación os presentamos la copia de un
relato que una compañera nuestra presentó a un concurso donde había que
escribir acerca de la salud mental, siempre desde una perspectiva positiva.
Dicho relato no quedó ganador pero queremos compartirlo con vosotros y esperamos que disfrutéis tanto leyéndolo
como ella ha disfrutado escribiéndolo:
FEDERICO Y SU MUNDO
Recuerdo que, desde mi infancia,
siempre tuve, y tengo, una sensibilidad especial e innata. Me agradaba ayudar a
personas que se sienten particularmente tristes y, curiosamente, yo, desde pequeño, también me sentía así.
Pero entre otras cosas, lo que me
motivaba a salir de esa situación difícil fue la ayuda de mi hermano Ramón. Él
es, actualmente un disc-jockey que trabaja en una discoteca, y un fan de Pitbull.
Para mí, él es el coraje y la
alegría gratamente unidos y personificados. Un día, cuando yo tenía seis años, llegué
a casa llorando. Todo porque unos niños de mi clase me tomaban por tonto porque
no era tan gamberro como ellos. También me decían que me iba a quedar solo, y
esto, la verdad, me hundía profundamente. Eran los días previos a la Navidad.
Yo le dije entre sollozos:
-Tete, esto es muy duro.
Entonces, él me respondió:
-Federico, ¿sabes la historia del
reno Rodolfo? Él tenía la nariz roja y, por ser diferente, los demás renos se
burlaban de él. Pero un día, vino Santa Claus y lo eligió precisamente por eso,
por su singular nariz, que alumbraba maravillosamente el camino de su viaje por
el mundo. Esto quiere decir que, a veces, las personas llamadas diferentes
tienen a su vez algún don especial como lo es el estar sensibilizadas con otras
personas que también sufren como ellas ¿ok?
Yo me abracé a él, y terminé de
llorar hasta quedar aliviado. Adoro a mi hermano Ramón. Tiene el arte de hacer
que me sienta bien, y alguien que tiene el derecho de ser feliz en esta vida.
Desde pequeño soy alguien con
tendencia a deprimirme y con poca autoestima. A los catorce años los síntomas
se fueron acentuando. Hasta que tuve que ir a una psiquiatra, muy maja por
cierto, y que empatizaba conmigo con mucha naturalidad. Me diagnosticó
depresión. Estuve unos tres años en tratamiento. Con eso y leyendo libros de
autoayuda fui progresando hasta el punto de animarme a hacerme médico
naturópata. Además, con un dinero que tenía ahorrado, monté el negocio de un herbolario.
Así que ayudo también a otras personas para que estén lo más sanas posible, como
vendiéndoles el remedio natural de las flores de Bach para darles alegría.
Mi dulce madre, Carmela, llegado
a éste punto de mi vida, me felicitó comentándome con honor:
-Federico, eres un hijo digno de
lo mejor. Estoy muy orgullosa de ti, y de tu hermano Ramón. Suerte en esta
nueva etapa de tu vida.
Y, en cuestión de un segundo, nos
abrazamos cálida y familiarmente. Aunque, no quiero acabar esta historia sin
mencionar a mi tierna y graciosa mascota, Nanny, una perrita de raza Carlino.
Es súper dulce y cariñosa conmigo. Cuando ella me ve muy triste, enseguida hace
alguna travesura graciosa e inofensiva como coger un calcetín y jugar con él
para que me sienta más alegre al contemplarla de esta guisa. Es increíble el
bien que me hace esa criatura de Dios. Es mi bendición, y me hace recordar al
niño que llevo dentro.
Por otra parte mi padre Felipe,
del cual yo soy su vivo retrato físicamente, es un médico director del hospital
más importante de la ciudad donde yo vivo. Es un hombre serio pero entregado al
cien por cien para dar lo mejor de sí en su trabajo. Dicen por ahí que en casa
del herrero, cuchara de palo. Pero en este caso no es así. Él siempre me ha orientado
en esta vida, como si yo fuera el más consentido de sus pacientes, inculcándome
el valor de curtirse y tener voluntad de hierro ante los problemas para poder
levantar cabeza. Felicidades por ser como eres, papá, y gracias a ti también.
En fin, que si no fuera en parte
por todos ellos yo creo que poco podría hacer por mí; por salvarme del pozo sin
fondo que puede llegar a ser este trastorno emocional llamado depresión. Cabe
decir que una de las cosas que he aprendido de mi experiencia es que, curarse
de ella, también es cosa de uno mismo. Que te pueden ayudar para salir de ahí, pero
tú también tienes que ayudarte estando lo más ocupado en cosas del día a día,
ya que esto viene a ser una terapia que te estabiliza emocionalmente. Con todo
esto puedo decir que hoy soy más fuerte y feliz; y mi visión de la vida es más
buena. Si acaso algún día no estoy de buen rollo a causa de algún pensamiento
negativo y entristecedor, porque la vida no es perfecta, me extiendo en el sofá
de mi cuarto y oigo la canción de música new age de Enya “Book of days”. Eso me da paz, a la vez
que hace que mi visión de la vida sea más buena y positiva, pues noto mi mente
sana, despejada, así que… ¿qué mas puedo pedir?
FIN
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