Había una vez un campesino chino, el cual iba a ir a la ciudad a
vender la cosecha de arroz en la que él y su esposa habían estado
trabajando. Su mujer le pidió que, aprovechando el viaje, no se olvidase
de traerle un peine.

La joven esposa se miró en el espejo, y repentinamente empezó a llorar.
La madre de esta le preguntó el por qué de tal reacción, a lo que su
hija le pasó el espejo y le respondió que la causa de sus lágrimas era
que su marido había traído consigo otra mujer, joven y hermosa. La madre
de esta miró también el espejo, y tras hacerlo le respondió a su hija
que no tenía de qué preocuparse, dado que se trataba de una vieja.”
Un cuento de origen chino, de autor anónimo. Se trata de una narración muy breve que tiene diferentes posibles interpretaciones,
pero que entre otras cosas nos habla de cómo nos vemos nosotros mismos
reflejados en el mundo, y la diferencia entre cómo nos creemos que somos
y cómo somos en realidad, a menudo subestimándonos o sobrevalorándonos.
Para
entender el cuento es necesario tener en consideración que ninguno de
los personajes se había visto jamás reflejado en un espejo, no sabiendo
qué es lo que ve realmente. Así, la esposa no es capaz de comprender que
la joven hermosa que ve es ella misma, mientras que la madre tampoco ve
que la anciana que ve es ella. También se observa que mientras la
primera se preocupa por qué considera que lo que ve en el reflejo es más
hermoso que ella misma, la segunda lo minusvalora críticamente, prácticamente burlándose de su propia imagen.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.